El dios Pan fue una importante deidad de la naturaleza en la antigua Grecia, que habitaba en los pastizales y las montañas. Se le concebía como mitad hombre y mitad cabra, y se le representaba con cuernos y pezuñas, de manera parecida a los sátiros. Era el dios de lo salvaje, los pastores y los rebaños, los campos y los bosques.

Era especialmente reverenciado en Arcadia, donde se creía que había nacido. Los antiguos griegos consideraban a Arcadia como un reino rural idílico, apropiado como el hogar de este dios rústico de los campos y rebaños. Los gritos de Pan podían inspirar súbito temor en los viajeros que perturbaban su reposo en Arcadia, de ahí el origen del término «pánico».

Se le menciona por primera vez en la literatura en una oda del poeta Píndaro. Al ser un dios rústico, no tenía templos ni era adorado en suntuosos edificios, sino siempre en entornos naturales, como cuevas o grutas. En la ladera norte de la Acrópolis todavía existe una de estas cuevas. Tan solo existen dos excepciones: un templo en el desfiladero del río Neda, al sureste del Peloponeso, cuyas ruinas todavía son visibles; y otro en la antigua Apolonópolis Magna (Edfu, en Egipto).

Su culto se extendió por toda Grecia y durante la época helenística se le asoció con cultos mistéricos. En el mundo romano se le confundía con Fauno, un dios de la naturaleza y los bosques que era una de las deidades romanas más antiguas.

Pero Pan es también el único dios de la mitología griega cuya muerte está atestiguada en las fuentes históricas.

Según cuenta el filósofo e historiador griego Plutarco en su obra De defectu oraculorum (Sobre la desaparición de los oráculos), escrita entre los años 90 y 117 d.C., durante el reinado del emperador Tiberio en el siglo I d.C. un marinero egipcio llamado Thamus se encontraba navegando cerca de las Islas Equínadas (en el mar Jónico, a la entrada del golfo de Corinto) cuando una voz misteriosa le llamó. La voz le dijo «Thamus, cuando llegues a Palodes, anuncia que el gran dios Pan ha muerto«.

Cuando llegó a Palodes y anunció «¡El gran dios Pan está muerto!» se escucharon gritos y lamentos, la noticia se expandió y creó conmoción y duelo entre los creyentes del culto a Pan en todo el Imperio Romano.

En cuanto a la muerte entre tales seres, he oído las palabras de un hombre que no era tonto ni impostor. El padre del orador Emiliano, a quien algunos de vosotros habéis escuchado, era Epiterses, que vivía en nuestra ciudad y fue mi profesor de gramática. Contó que en cierta ocasión, haciendo un viaje a Italia, se embarcó en un navío que transportaba carga y muchos pasajeros. Era ya de noche cuando, cerca de las islas Equínadas, amainó el viento y el barco quedó a la deriva cerca de Paxi. Casi todo el mundo estaba despierto y muchos no habían terminado el vino de la sobremesa. De pronto, desde la isla de Paxi se oyó la voz de alguien que llamaba en voz alta a Thamus, de modo que todos quedaron asombrados. Thamus era un piloto egipcio, desconocido incluso para muchos a bordo. Le llamaron dos veces y no respondió, pero a la tercera contestó; y el que llamaba, alzando la voz, dijo: «Cuando llegues frente a Palodes, anuncia que el Gran Pan ha muerto». Al oír esto, todos, dijo Epiterses, quedaron estupefactos y razonaron entre sí si era mejor cumplir la orden o negarse a entrometerse y dejar pasar el asunto. Dadas las circunstancias, Thamus decidió que, si soplaba una brisa, pasaría navegando y guardaría silencio, pero que, si no había viento y el mar estaba en calma, anunciaría lo que había oído. Así que, cuando llegó frente a Palodes, y no había ni viento ni olas, Thamus, desde la popa, mirando hacia tierra, dijo las palabras tal como las había oído: «El Gran Pan ha muerto». Incluso antes de que hubiera terminado se oyó un gran grito de lamento, no de una persona, sino de muchas, mezclado con exclamaciones de asombro. Como había muchas personas en el barco, la historia pronto se difundió por Roma, y Thamus fue llamado por Tiberio César. Tiberio se convenció tanto de la veracidad de la historia que ordenó que se hicieran averiguaciones e investigaciones sobre Pan; y los eruditos, que eran numerosos en su corte, conjeturaron que era el hijo nacido de Hermes y Penélope.

Plutarco, De defectu oraculorum, 17

Existen varias teorías que intentan explicar esta historia sobre la muerte de Pan, ya que por desgracia Plutarco no incluye ninguna explicación acerca de las circunstancias, y además es la única fuente antigua que la menciona.

Los apologistas cristianos, incluyendo a Eusebio de Cesarea, aprovecharon la historia para argumentar que todos los dioses paganos habían muerto. Esto se basaba en que la palabra Pan también significa todos en griego, y por tanto la noticia no era que el dios Pan había muerto, sino que todos los dioses habían muerto.

En este sentido representaba la victoria del monoteísmo Cristiano sobre las antiguas deidades paganas como Pan. Otros argumentan que simboliza la decadencia de los valores tradicionales en el campo ante el crecimiento de las ciudades en el Imperio Romano.

Otra teoría es que la historia refleja el fin de la Era de los héroes de la mitología griega, dando paso a un nuevo capítulo en la historia. La muerte de Pan pudo haber significado que los dioses griegos estaban perdiendo su relevancia frente a nuevas filosofías y religiones.

Rabelais, en el cuarto libro de la serie sobre Gargantua y Pantagruel publicado en 1552, recuerda la historia de Plutarco interpretándola como el anuncio de la muerte de Jesús, ocurrida también en la misma época hacia el final del reinado de Tiberio. Se basaba también en que en griego Pan significa todo, y para los cristianos Jesús era el todo. Eruditos como Guillaume Postel opinaban igual a mediados del siglo XVI.

G.K. Chesterton creía, por el contrario, que Pan había muerto precisamente porque había nacido Cristo. Mientras que Robert Graves en su obra Los mitos griegos, siguiendo una sugerencia de Salomon Reinach ampliada por James S. Van Teslaar, explicaba que lo que en realidad habían oido los marineros eran los gritos exaltados de los adoradores de Tammuz (dios pastor y de la fertilidad, llamado Adonis por los fenicios), interpretándolos erróneamente como un mensaje dirigido a un egipcio llamado Thamus.

En cualquier caso, cuando el geógrafo Pausanias recorrió Grecia a partir del año 150 d.C., casi un siglo después de Plutarco, encontró que los santuarios, las cuevas y montañas sagradas de Pan, seguían siendo muy frecuentadas, sobre todo en Arcadia.


Fuentes

M. L. West, Indo-European Poetry and Myth | Smith, William, Sir, ed., A Dictionary of Greek and Roman biography and mythology | Pan (Encyclopaedia Britannica) | Plutarco, De defectu oraculorum | Borgeaud, Philippe, “The Death of the Great Pan: The Problem of Interpretation.” History of Religions, vol. 22, no. 3, 1983, pp. 254–83. JSTOR, jstor.org/stable/1062506 | Wikipedia


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